Escenario para un juego de simulacion

A continuación transcribimos dos textos que se incluyeron en el Juego de Simulación "El Líder", de 1998 a 2005; el primero describe "La Región Serrana" dela República de Palmares, en la que se ubica el Centro Escolar "Esperanza" y el segundo texto se refiere a la historia de dicho Centro.

"LA REGIÓN SERRANA.
Al observar los villorrios serranos durante su visita al nuevo mundo,el gran Humboldt exclamó: “¡Sólo los cóndores y los serranos de Palmares pueden habitar aquí”. Así es.

La región de la sierra de Palmares,   junto a  su  vecina  la  sierra  peruana  son consideradas las tierra más altas del continente y las madres de los grandes ríos americanos.   Las más altas cumbres guardan las nieves invernales que descargan con inusitada furia al llegar la primavera, por medio de cañones boscosos con gradientes de miedo: se baja de la sierra al trópico en caídas de cientos de metros. Arriba, el frío. Abajo, plantaciones de mangos y guayabas.

Estas fueron las tierras exploradas por Aguirre, el azote de dios y más tarde, en plena fiebre del  oro, fue aquí donde Fitzcarraldo intentó construir una réplica de la Opera de París trayendo pieza a pieza a  lomos  de  mula,  las  maderas,  los artesonados, las volutas y hasta los artistas. Sueños  locos  reportados  por  Werner Hertzog en algunas de sus magníficas obras.

Los villorrios serranos, sin embargo, tienen una peculiaridad. Se sitúan allí donde los cañones se ensanchan y dan lugar a grandes valles de ondulados cerros cubiertos de bosques fríos y semi fríos. Los habitantes originarios, los xilú, fueron un tiempo tributarios de los incas, pero nunca se asimilaron  a  la  cultura  andina  mantuvieron sus lenguas y costumbres ancestrales. Sin embargo, hacen cuentas con los quipus y todavía hoy se pueden escuchar sus tristísimas melodías en zampoya rondando los cañones. Constituyen el 23% de la población de Palmares y sus segmentos más pobres.

La principal ciudad de la sierra es Santa Madre de la Sierra, prodigiosa en iglesias barrocas abandonadas en 1705, después de la primera gran epidemia.

Las carreteras son pocas y están en muy mal  estado. Sólo la Panamericana que atraviesa longitudinalmente la sierra une a sus más de 17 mil poblados y villorrios".


"Historia del Centro Educacional Esperanza de Palmares.

 Lomajes  suaves,  verdes  arboledas  que anuncian fértiles valles en medio de la sierra. Los cerros, antes cubiertos por los grandes gigantes, por ahuehuetes y alerces muestran hoy una cubierta de pinos en distinto grado de evolución rumbo a la moto-sierra y, aquí y allá ya  asoma  la  tierra  rojiza  como  grotesca calvicie.

La Panamericana no está lejos y su influencia se ha dejado sentir con el transcurso de los años como lugar de tránsito y polo de atracción de los jóvenes que muchas veces toman sus pocas pertenencias y parten sin despedirse de nadie, guardándose así el derecho al regreso, el derecho al fracaso.

 Antes salían solamente los hombres. Hoy se marchan en mayor proporción las mujeres. A ellos los llamaba el servicio militar. A ellas, el servicio doméstico. Iban primero a los pueblos del carbón, luego a Santa Madre de la Sierra y más tarde, a Ciudad Palmas, siempre a Ciudad Palmas. Todas tienen una prima, una tía, una comadre  que  las  manda  llamar.    A  veces vuelven.  Vienen a visitar a sus padres, a sus abuelos o –cada 18 de julio- vienen a la fiesta del santo del lugar.  Pero son sólo algunas.  Las más apegadas al terruño, esas que se casaron con coterráneos y que insisten en que sus hijos conozcan a la parentela.   Las menos… La mayoría de ellas se van para olvidar y ser olvidadas. Para olvidar la lluvia interminable, el olor a humo y a ropa húmeda, a zapatos musgosos, la magra y dura tortilla a menos que te levantes todas las mañanas a amasarla. 

Desaparecen y muy de vez en cuando, alguien divisó a alguna atendiendo el mesón de un restaurante en la ciudad, o paseando niños ajenos en el Parque Gran Bretaña. 

Los más viejos recuerdan y resienten. Recuerdan y cuentan de las cosechas, los  buenos tiempos cuando todo era abundante; cuando ellas y ellos daban vueltas a la plaza y se miraban a los ojos agitando pestañas como pololos. Y luego se establecían y había más cosechas y había buen yantar aunque fuesen campesinos casi sin lectura. Pero los tiempos cambiaron. Llegaron las forestales, la lluvia fue lavando la tierra y su color verde obscuro, su aromado negro fue cambiando al ocre y rojo, como si alguna gigantesca serpiente norteña, algún pedazo de desierto se viniese a instalar por estos lados. Los del pueblo se volvieron pobres y luego, más pobres. Pero quienes peor lo pasaron fueron los xilú. Ellos estaban detrás de los bosques y por alguna razón siempre  llevaron una vida magra. Cuando la tierra se hizo mala sus niños se hincharon de pura flacura y hubo llantos y tristeza.

La escuela 323 fue el centro de la vida de los niños y los jóvenes. Allí pasaban las muchachas sus mejores años, tanto que cuando egresaban les caía el señorío, de tanto criar hijos y sufrir marido. Pero en la escuela todo era distinto. Había veladas artísticas, la Srta. Fidelina tocaba el piano y cantaba arias, el profesor Dieguez organizaba cuadros gimnásticos, y siempre había un niño declamador. “Al Pie de la Bandera” era de rigor en todos los actos. O “Las Golondrinas”, y para qué decir los piecesitos de niños azulosos de frío.

 En algún momento pareció que la pobreza se filtrase por los vidrios rotos de la escuela, cuando éstos dejaron de reponerse. Los libros del Tesoro de la Juventud no encontraban lectores como antaño y murieron de pura tristeza. Sus hojas se hicieron amarillas, polvorientas, hasta que, en ruma, alimentaron la hoguera de una noche fría sin que nadie los llorara.  Vino  la  apatía  y  el  desgano  y  la repetición sin sentido del abecedario.  

Los  profesores  vivían  lejos  y,  envejecidos, trataban de irse cuanto antes. Los padres ya no venían como antes a preguntar o colaborar, y los más preocupados pusieron a sus hijos en la escuela particular que abrió la Srta. Isolina, hija del Alcalde y terrateniente. Entre tanto, los muchachos pasaban las tardes en los juegos de video, el salón de billar y el bar de don Alfonso. Las niñas, en tanto, se embarazaban cada vez más jóvenes.

 Ahora, nuevos aires están llegando a la vieja escuela 323 pues se ha  transformado en un Centro Educacional y se han creado cursos de media, juntándolos a los de básica y del preescolar. Llegó un flamante Director que tiene un entusiasmo tan contagioso como su risa.  También se ha juntado un pequeño grupo de profesores nuevos que quiere hacer las cosas de un modo diferente: sueñan con formar un equipo de gestión y tener un Centro de Padres de activo otra vez para que ningún niño, niña o joven queden sin aprender.

La  Municipalidad  tiene  el  proyecto  de construir un  edificio que responda plenamente a las necesidades pedagógicas del Centro, y en los planos se ven amplios espacios, sala de material didáctico y  computadoras, campos deportivos, patios techados. Los cambios están a punto de comenzar. La vieja escuela 323 ya cambio su nombre:  hoy se llama Centro Educacional Esperanza, y tal vez, sólo tal vez su nombre anticipe el porvenir".

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